lunes, 2 de junio de 2008

"Maudit soit Andreas Werckmeister!", de Juan Asensio

Maudit soit Andreas Werckmeister!
Les Éditions de La Nuit, París, 2008, 104 páginas

«La deplorable división del arte del tratamiento introdujo en las escuelas el detestable procedimiento en el que algunos realizan la disección del cuerpo humano y otros presentan la descripción de sus partes, estos últimos como cuervos trepados en sus altas sillas, con egregia arrogancia eructan cosas que nunca han investigado sino que simplemente han memorizado de los libros de otros, o de lecturas de lo que ya se ha descrito. Los primeros son tan ignorantes de idiomas que son incapaces de explicar sus disecciones a los espectadores y confunden lo que debería demostrarse de acuerdo con las instrucciones del médico que, como nunca ha usado sus manos en la disección de un cadáver, desdeñosamente capitanea el barco desde un manual.»
Andreas Vesalius, prólogo a De Humani Corporis Fabrica, 1543.

El último libro de Juan Asensio (http://stalker.hautetfort.com/), Maudit soit Andreas Werckmeister!, se erige dentro de aquella tradición de la crítica literaria que no teme pronunciarse éticamente en torno a las miserias de su tiempo. Incluso, podemos afirmar que esta obra se entronca con la línea de pensamiento estético que – luego de un largo debate filosófico, surgido de la intranquilidad de los autores románticos, tales como Schiller, Novalis y el joven Hegel – postuló sin cobardía la muerte del arte.

No obstante, el cadáver de la literatura francesa, al cual se enfrenta Asensio, yace en un escenario aún más desolador que aquel que le permitió a Hegel utilizar el término muerte, "Auflösung", a mediados del siglo XIX. En rigor, cuando el filósofo alemán se refiere a la muerte, no postula la idea de fin sino, desde el ejercicio dialéctico, nos habla de disolución – resolución. En este sentido, más que el término histórico del arte, Hegel nos remite al ocaso de una determinada forma de hacer arte, lo que se diluye son ciertas figuras de la conciencia artística que darán paso a nuevas maneras de representar el mundo. Basta abrir las primeras páginas de sus Lecciones de estética para comprender que la idea de resolución sigue siendo una posibilidad. Cuando Hegel describe la pintura holandesa de su época afirma que ésta se ha transformado en la conquista de las pequeñas cosas, en la apropiación de los detalles de los objetos cotidianos; si bien es la miserable y prosaica conquista de la burguesía protestante, sigue habiendo, al menos, una intencionalidad : «[...] son también los medios de representación los que se convierten en fines para sí mismos, de la misma manera en que la habilidad subjetiva y la aplicación del medio artístico constituyen lo que asume un valor objetivo en la obra de arte» (Hegel, G. W. F., Aesthetik, Ed. Lukács, Berlín, 1955, página 553).

El cadáver descrito por la pluma de Asensio ya ni siquiera puede ser maquillado para que sus deudos intenten darle un último vistazo, pues está en proceso total de putrefacción, si es que ya no se ha fosilizado. La crudeza con la que este escritor nos evidencia el estado actual de la pseudo literatura francesa es, ante todo, un acto de valentía, pues él sabe que el heno no huele igual para los caballos y para los enamorados, y este cadáver tampoco huele igual para aquella crítica carente de olfato literario. No faltará quien juzgue el libro animado por una obsesión faústica de revivir a los muertos, ¿sabrán estos señores que hasta Fausto terminó arrepintiéndose?

Asensio ha tomado un camino que va más allá de la denuncia resignada de la podredumbre literaria francesa, eso sería extremadamente fácil y carente de osadía; además con total astucia, este escritor sabe que acariciar a la bestia a contrapelo puede terminar gustándole. La mayor riqueza de este libro es apelar a aquellos valores literarios y filosóficos que se perdieron en algún punto de la historia. ¿Reaccionario?, sí, tal vez, pero a la manera de un Pierre Victurnien Vergniaud. ¿Alguien podría negar hoy que la revolución francesa, como Saturno, acabó devorando a sus propios hijos?

Maudit soit Andreas Werckmesiter! está en la misma sintonía del discurso de Vico, Hamman y Herder, quienes también se atrevieron a denunciar la muerte de la poesía. Ellos contemplaron un cadáver aún tibio, casi imperceptible en su condición de finitud.

Vico postuló en su tiempo que la muerte de la gran poesía se debió a que lo humano había sustituido a lo divino, «las musas han dejado los trabajos celestes entre las estrellas, en las que divagan sus mentes y han descendido a la tierra para mezclarse con las infamias de los comunes mortales» (Vico, G. B., Opere, página 216). Hoy, en cambio, el rigor mortis es tan evidente que la cal que deseen espolvorear sobre el difunto no evitará su pestilencia.

Asensio se sitúa junto al cadáver sin temor a ensuciarse las manos, inclinándose a creer sólo en sus observaciones; en este sentido, su ejercicio crítico es tan polémico como el que practicó Vesalius con su arte de disectar. En la época de este fisiólogo belga, la mayoría de los anatomistas no efectuaban disecciones, se conformaban con leer a Galeno, mientras un ayudante señalaba con un puntero las partes del cuerpo, evitando tocarlo: sólo el barbero y el cadáver carecían de togas. Lo anterior, ¿no es acaso una suerte de parodia de la seudo crítica contemporánea?

Tal vez, la obra Maudit soit Andreas Werckmeister! sea atacada con la misma ceguera con la que atacaron a Vesalius, qué importa, si el libro se defiende a sí mismo. De todas maneras, no está demás recordar estas palabras: «Adiós, lector, y si amas la verdad, procura no anteponer a ella la piedad» (Luis Collado, Defensa de la renovación del saber anatómico por Vesalius, frente a los ataques del galenista Silvio).


Bibliografía:
José Barón Fernández, J. B. Andreas Vesalius: su vida y su obra. Instituto Arnaldo de Vilanova (C.S.I.C.), Madrid, 1970. Rústica editorial.

Carmen Muñoz Hurtado (1)


(1) Editora, historiadora del arte y profesora de literatura y estética. Colaboradora independiente del diario El Mercurio. Académico del Área de Investigación de la Facultad de Comunicación y Letras, Universidad Diego Portales.